sábado, 10 de abril de 2010

7.- Ian Bardelli: No queremos oir más gritos, por favor

Era la una de la madrugada del miércoles. Bexx me había respondido al mensaje diciendo que nos veríamos mañana, así que hoy sólo tuve que oír a Jake protestar un par de veces por su falta de compromiso; era curioso, nunca mencionaba a Josh, por qué sería... Intenté reírme de mi propia tontería, pero no fui capaz.
Un portazo. Se creerían que si cerraban la puerta de su cuarto no les escucharíamos, cuando en nuestro piso se oía hasta cuando tiraba de la cadena el de dos pisos más arriba.
-¿¡Me vas a decir que no es verdad!? Todo el mundo lo sabe, Enzo, ¡TODO EL MUNDO!
-La gente no puede saber nada porque no pasa nada. ¡Deja de ser tan paranoica!
-¿Yo, paranoica? ¡Por favor! Seré muchas cosas, pero no tonta y mucho menos paranoica. Aunque parece que ya no te acuerdas, yo también he sido una adolescente a la que le gustaba ir a las discotecas, y ya por aquel entonces a los porteros les daba igual la edad que tuvieras mientras les enseñaras el escote.
-Y no me lo digas, también te los follabas.
-Yo no era como una de esas futuras furcias a las que seguro que tú sí que te tiras.
Qué raro... Mi madre pensando que mi padre se tiraba a todas las quinceañeras que consiguen entrar en la discoteca en la que trabaja. La verdad es que un poco paranoica sí que era. No es que confiara al 100% en mi padre, al fin y al cabo es un hombre y a todos nos gustan las chicas monas con minifalda, pero sé que jamás se acostaría con una menor, no era tan depravado.
Un nuevo sonido se incorporó al fondo de la conversación: Franky había puesto a los Red Hot Chili Peppers, para intentar conciliar el sueño.
-¿Y si te lo reconozco? ¿Me dejarás tranquilo de una vez?
De pronto sólo se escuchaba "Scar Tissue". Quería convencerme a mí mismo de que mi madre se había callado porque había conseguido lo que quería y que la conversación, por llamarla de alguna forma, había acabado ahí.
-Teresa, qué haces. Teresa, contéstame.
Me incorperé lentamente al oír las palabras de mi padre. ¿Qué estaba ocurriendo? Franky pareció darse cuenta también de que algo no marchaba bien, pues apagó el reproductor de CDs.
-¿No querías tranquilidad? ¡Pues vas a tener tranquilidad hasta aburrirte!
-Teresa...
Un nuevo portazo.
Tres puertas se abrieron a la vez: la mía, la de la habitación de mi hermano y la de la calle. Franky y yo nos miramos y nos precipitamos al descansillo de nuestro piso. Mi padre corría escaleras abajo para alcanzar a mi madre, gritando su nombre y suplicándola que no se fuera. Poco a poco las demás puertas del bloque se abrieron y nuestros vecinos se asomaron al espectáculo; algunos decían a mi madre que perdonase a mi padre, otros llamaban calzonazos a mi padre y otros directamente amenazaban con llamar a la policía si seguían armando ese escándalo.
Después de haber recorrido seis pisos, se pararon a hablar como personas civilizadas. Desde la barandilla no oíamos lo que se decía, pero ya sabíamos lo que era, siempre era lo mismo cuando mi madre terminaba de nuevo en brazos de mi padre: "Te quiero, perdóname, no volverá a pasar."
Franky y yo entramos de nuevo. Justo antes de meternos cada uno en nuestro cuarto me preguntó si creía que aquella vez sería de verdad.
-Eso espero.- Contesté, aunque sabía de sobra que no era así.

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