domingo, 17 de abril de 2011

24.- Ian Bardelli: Incomprensible.

La ira es cegadora. El odio hace que te hierva la sangre. No piensas en nada más que encontrar una salida a toda la rabia que tienes acumulada.
-No te pongas así.- Me dijo.
-¡¿Qué no me ponga así?!- Contesté.
Intentó tranquilizarme sin éxito. Por otra parte, sabía que tenía que pensar con frialdad si quería acertar el golpe.
Un. Dos. Tres. Golpeé y le rompí la nariz: sangraba como el cerdo que es.
-¿Te has vuelto loco?- Preguntó apartándose la sangre de la cara.
Volví a golpear e hice que retrocediese unos pasos. Nunca pensó que sus "clases" de defensa se le volverían en su contra.
-Con que esas tenemos...
Ya no hubo tercera vez, ese intento acabó conmigo contra el suelo bajo la presión de una llave inmovilizadora. En ese momento las imagenes que habían motivado todo aquello se agolparon en mi cabeza.
Un sábado más de fiesta en la DF. No había nada nuevo, las mismas tías fáciles con las que pasar un rato estaban allí, distinto nombre, distinta cara, pero iguales al fin y al cabo. De camino a la puerta trasera, agarrado de la cintura de una de esas chicas, otra se beneficiaba a uno que podría ser su padre. Pero no era su padre, sino el mío. Más tarde, me enteraría de que esa no era una cualquiera como otras, que era la amante de mi padre desde hacía casi cuatro meses.
-Al menos podrías dejar a mamá.- Conseguí decir al fin con dificualtad porque cada vez me costaba respirar más.- Una cosa es que te tires a alguna de vez en cuando y otras que vayas en serio con una cría.
- ¿Y de qué vais a vivir vosotros? La peluquería no da para cubrir todos los gastos y tú... No creo que te dejen volver a ser un camello de pacotilla con escrúpulos.
La ira volvió a mi y conseguí zafarme de mi padre. Pude haberle destrozado, pero me limité a marcharme a casa.
Una vez allí, Francky me preguntó por la sangre, pero no le contesté. Fui directo a mi habitación. Se acabó, ahora sí que se acabó. Cogí la guitarra y con un grito de rabia, la estampé contra le suelo.
Vi a mi madre y a mi hermano asomados a la puerta de mi habitación con cara de sorpresa, ya que sabían lo mucho que esa guitarra significaba para mí.
Les miré desafiante y dije con una serenidad increíble:
-Papá se tira a una zorra de 20 años y no nos abandona por pena.
Francky no se lo creía y se lo negaba a sí mismo en voz baja. A mi madre, en cambio, parecía darle igual, limitándose a decir de camino al salón, donde estaba viendo una serie:
- Mientras siga trayendo dinero a casa, que se la meta a quien quiera.
Mi familia daba asco.