domingo, 19 de junio de 2011

25.- Josh Livesey: Secretos de familia

Allí me encontraba, dando vueltas por mi casa buscando desesperadamente un libro sin el cual no iba a poder hacer uno de los exámenes más importantes de todo el curso. En estos casos, me entraban ganas de pegarme un tiro y solucionar el problema de la forma más rápida; al fin y al cabo, iba a morir de todas formas por suspender el examen.
Sólo me quedaba una habitación en la que mirar: el despacho de mi madre. Vale, existía la posibilidad de que estuviese ahí, pues el otro día estuve "repasando" unos conceptos con una compañera, y como mi madre hubiese visto el libro en su despacho, también acabaría muerto, porque si se enteraba de que alguien entraba en él, lo más seguro era que le arrancase la cabeza.
Abrí la puerta con cuidado, por si acaso estuviese mi madre, a la vez que rezaba para que ni el libro ni mi madre aparecieran. No parecía que hubiese nadie, así que me dirigí hacia la mesa y revolví un poco los papeles, intentando encontrar un libro que por lo visto se había evaporado. Desesperado ya, desistí en mi búsqueda, cuando oí una voz a mi espalda:
-¿Qué buscas, Josh?
Pegué un salto y me di contra la estantería del susto.
-Mamá, hola, no te había visto. Estaba buscando...- Nota mental, debía dejar de beber tanto si quería tener mayor agilidad a la hora de inventarme escusas.- ... Algo.- Concluí.
Ante mi sorpresa, mi madre no dijo nada, sólo dio una calada al cigarrillo que tenía en la mano y continuó pasando las hojas de un álbum. Me quedé observándola un rato, y no hacía más que repetir ese gesto, con algún sorbo a una gran copa de los que parecía whisky. No era normal, estaba en su despacho, desordenando su papeles y sólo me había preguntado que qué buscaba.
-¿Te encuentras bien, mamá?
Era una pregunta estúpida, sabía que no estaba bien, y más cuando estaba viendo fotos de Bexx y de mí cuando éramos pequeños. Aquellas fotos nunca las había visto, debíamos tener un año, no mucho más.
-Estas fotos, ¿no decías que se habían quemado en la otra casa?
-No hubo ni un incendio ni otra casa.- Contestó mi madre tras dar otra largo trago de whisky.- No quería que dejarais de pensar que Patrick es vuestro padre.
-¿Qué dices,mamá? Deberías dejar ya de beber...
Al intentar quitarle la copa vi las fotos con más claridad. En ninguna estaba mi padre, sino otro hombre que nos cogía a mi hermana y a mí, jugaba con nosotros...
-¿Quién es ese hombre?
-Vuestro verdadero padre.
Recordé las palabras de Bexx cuando llegamos a casa después del concierto; yo creía que eran fruto del alcohol, pues ella no suele beber nunca y pronto se emborrachaba, pero no, por lo visto decía la verdad, y nuestro padre en realidad no era nuestro verdadero padre.

domingo, 17 de abril de 2011

24.- Ian Bardelli: Incomprensible.

La ira es cegadora. El odio hace que te hierva la sangre. No piensas en nada más que encontrar una salida a toda la rabia que tienes acumulada.
-No te pongas así.- Me dijo.
-¡¿Qué no me ponga así?!- Contesté.
Intentó tranquilizarme sin éxito. Por otra parte, sabía que tenía que pensar con frialdad si quería acertar el golpe.
Un. Dos. Tres. Golpeé y le rompí la nariz: sangraba como el cerdo que es.
-¿Te has vuelto loco?- Preguntó apartándose la sangre de la cara.
Volví a golpear e hice que retrocediese unos pasos. Nunca pensó que sus "clases" de defensa se le volverían en su contra.
-Con que esas tenemos...
Ya no hubo tercera vez, ese intento acabó conmigo contra el suelo bajo la presión de una llave inmovilizadora. En ese momento las imagenes que habían motivado todo aquello se agolparon en mi cabeza.
Un sábado más de fiesta en la DF. No había nada nuevo, las mismas tías fáciles con las que pasar un rato estaban allí, distinto nombre, distinta cara, pero iguales al fin y al cabo. De camino a la puerta trasera, agarrado de la cintura de una de esas chicas, otra se beneficiaba a uno que podría ser su padre. Pero no era su padre, sino el mío. Más tarde, me enteraría de que esa no era una cualquiera como otras, que era la amante de mi padre desde hacía casi cuatro meses.
-Al menos podrías dejar a mamá.- Conseguí decir al fin con dificualtad porque cada vez me costaba respirar más.- Una cosa es que te tires a alguna de vez en cuando y otras que vayas en serio con una cría.
- ¿Y de qué vais a vivir vosotros? La peluquería no da para cubrir todos los gastos y tú... No creo que te dejen volver a ser un camello de pacotilla con escrúpulos.
La ira volvió a mi y conseguí zafarme de mi padre. Pude haberle destrozado, pero me limité a marcharme a casa.
Una vez allí, Francky me preguntó por la sangre, pero no le contesté. Fui directo a mi habitación. Se acabó, ahora sí que se acabó. Cogí la guitarra y con un grito de rabia, la estampé contra le suelo.
Vi a mi madre y a mi hermano asomados a la puerta de mi habitación con cara de sorpresa, ya que sabían lo mucho que esa guitarra significaba para mí.
Les miré desafiante y dije con una serenidad increíble:
-Papá se tira a una zorra de 20 años y no nos abandona por pena.
Francky no se lo creía y se lo negaba a sí mismo en voz baja. A mi madre, en cambio, parecía darle igual, limitándose a decir de camino al salón, donde estaba viendo una serie:
- Mientras siga trayendo dinero a casa, que se la meta a quien quiera.
Mi familia daba asco.

viernes, 18 de marzo de 2011

23.- Bexx Livesey: ¿Yo?

¿Cuánto tiempo había pasado? No sé... Creo que ya seis meses. Los Ángeles había seguido su rutina y yo, aunque fui dejando de transitar la ciudad como tal poco a poco, su rutina me arrastró. Tras el verano, la universidad comenzó de nuevo, y allí me reencontré con mis amigos: los que se fueron de interrail por Europa, los que estuvieron de retiro espiritual perdidos en las montañas, los que se fueron de viaje a México, los que se quedaron en casa disfrutando de su familia... Todos habían experimentado alguna nueva sensación durante las vacaciones, pero estaba segura de que ninguno como las mías.
Suspiré. ¿Y si en realidad todo fue un sueño? No, imposible. Yo sentí como nunca antes, yo supe lo que era la libertad tocando el bajo en un escenario delante de cientos de personas, yo... Yo mentí, haciéndome pasar por alguien que no era.
Maldita niña pija. Estúpida. ¿Creías que podías ser alguien qu no eres? No te creas más distinta de las que dicen ser punks con pantalones de 500$ y colgantes de calaveras de diamantes. Miré mi reflejo en el cristal de la mesa de la cafetería, y lo único que vi fue lo que mi mente me dijo; no podía cambiar el hecho de que nací pija y moriría pija...
Desvié la mirada hacía la entrada, intentando que las lágrimas que asomaban por mis ojos no terminasen derramándose y estropeasen mi maquillaje (Dios, hasta en eso era pija...). La gente paseaba por el muelle de Santa Mónica, ocupada en sus cosas, sin preocuparse por las de los demás. Menuda sociedad estábamos creando... Era extraño, ya no fingía, era yo como soy en realidad, y sin embargo, no me sentía más feliz. ¿De verdad era esa yo o ahora era cuando estaba intentando ser alguien que no soy sólo para no salirme del papel que tenía asignado en el mundo que me rodeaba?
Preguntas y más preguntas, pero ninguna respuesta. Estaba perdida en un oscuro laberinto en el que no asomaba ninguna luz.
De pronto me levanté y fui hacia la puerta de la cafetería sin saber por qué. Miré a mi izquierda y encontré la luz que me guiaría tantas veces como quisiera. No podía ser verdad... ¡Jake! ¡Jake! ¡JAKE! Y lo perdí de vista, alguien me tapó los ojos desde mi espalda.
-Adivina quién soy.- Susurró a mi oído Ryan.
Los rápidos latidos de mi corazón cesaron casi de golpe, la luz se esfumó. De nuevo debía ser Bess.