martes, 16 de abril de 2013

28.- Ian Bardelli: Aire freco

- ¿Sabes, Ian? Yo podría ayudarte.- Los dedos juguetones de Jessica caminaban por mu pecho.
- Te conocí cuando llevabas coletas y aparato y jugabas con muñecas. No necesito tú ayuda en eso.
Jessica rió, rió tan fuerte y durante tanto tiempo que al final terminó contagiándomelo; en esos momentos, volvía a ser una chica de 18 años recién cumplidos, tan alegre, tan llena de vida..., que parecía que su única preocupación era salir de fiesta, saber qué ponerse cada día e ir pasando el instituto. Pero la realidad era un poco distinta, pues a parte de esas tres simples cosas, también tenía que mantener los contactos de su hermano Dick para cuando saliera de la cárcel.
- No me refiero a eso, o al menos no sólo a eso.- Me guió un ojo.- Sé que necesitas dinero y sabes que yo...
- No, otra vez no pienso caer en eso, Jessica.
Me alejé de golpe, instintivamente. No iba a ser tan tonto como para caer en lo mismo otra vez. Esa tontería me había costado mi vida.
- Por Dios, tú siempre pensando en lo que no es. No me refería a eso, imbécil. Te iba a decir que tengo un amigo que busca camarero el bar de su hermano, y tú tienes experiencia aguanto a gente en ese tipo de cosas, así que podías preguntar.
La miré extrañado. Era una buena propuesta, y me extrañaba que me la hiciera.
Jessica nunca se había preocupado por mí, salvo para conseguir el abogado ese, pero desde que nos volvimos a encontrar en la playa todo había cambiado. Hablamos, nos preguntamos cómo nos iba la vida; quedamos otro día, volvimos a hablar, esta vez, más tiempo y esa noche me mandó un mensaje a facebook diciéndome que se lo había pasado bien; nos dimos los móviles, empezamos a hablar más y más... Era casi el único contacto con el mundo que tenía, pues no veía a nadie más, ni siquiera a Jake. Era mi bocanada de aire fresco diaria, esa que se necesita para vivir y que cuando no la tienes crees que mueres.
- ¿Qué clase de amigo es ese?- No me fiaba del todo, sabía por qué ambientes se movía.
- Es buena persona, creeme; no hay nada turbio por detrás, él no se mete en esos líos. Además, tú sólo tendrías que servir copas, nada más.
La miré fijamente. No me lo creía, tenía que haber algo más, pero no sabía el qué.
De pronto, como si hasta entonces hubiera estado ciego, me di cuenta de una cosa. Jessica tenía 18 años, ya no era ninguna niña, y en su cuello, bajo el maquillaje, había una marca rojiza.
- Jessica, ¿te puedo hacer una pregunta?- Esperé a que asintiera- ¿Cuál de los dos es tu novio o rollo o como quieras llamar al tío que te tiras, el amigo ese, o su hermano?
Quedó estupefacta, pensando qué contestarme, si hacerse la sorprendida o mandarme a la mierda, o preguntarme cómo lo sabía. Finalmente, me dijo que era el primero, pero que no era su novio, sólo quedaban a veces.
- De todas formas, ¿eso qué importa?- Me preguntó extrañada- Quiero decir, mi vida privada no influye para que te intente ayudar.
- Cierto. Sólo me entró curiosidad. No me había dado cuenta hasta ahora que eras ya una mujer... Siempre te he visto como una niña.
Ella volvió a reír, esta vez, divertida. En realidad, se estaba riendo de mí, lo sabía, pero no me importaba. Era mi bocanada de aire...
Tenía 18 años, yo casi 22. Nos conocíamos desde siempre. Los dos estábamos en una situación difícil. Nos gustaba estar juntos, y nos gustó en demasiado poco tiempo.
- Aceptaré el trabajo, dime dónde es.
Jessica cogió su lápiz de ojos negro, me cogió de la mano para que extendiera el brazo y me escribió un número de teléfono y un nombre. Podía haberme mandado un mensaje más tarde, podía habérmelo dicho y que lo retuviera en mi memoria, pero me cogió de la mano, y no me la soltó, acariciándome la palma suavemente. Luego sin decir nada, se fue.
Yo no fui tras ella, no le dije nada, sólo la miré mientras se perdía entre la multitud de la calle. Sí, nos conocíamos de toda la vida, aunque hubiera sido en el último mes cuando más relación habíamos tenido, por primera vez me pregunté a qué llevaba todo eso.