miércoles, 4 de diciembre de 2013

32.- Ian Bardelli: La hora del fénix

Primero Jake y ahora Bexx. Los dos desaparecieron y los dos volvieron suplicando hablar conmigo. Ambos eran un pasado que había conseguido que cantara a la esperanza, y ambos habían hecho que la perdiera. Dos partes importantes de mi vida que había conseguido enterrar debajo del  resentimiento, la ira, el odio, la indiferencia, el alcohol y cigarrillos. Pero supongo que el pasado siempre te persigue como tu sombra en un día soleado.
Intenté mantener mi mente ocupada para no pensar aquello más, y mucho menos, en lo que me dijo Bexx sobre Jessica. Sin embargo, si estaba evitando pensarlo, tal vez fuera porque no me extrañaba tanto que lo hubiera hecho, al fin y al cabo, Jessica ya me había demostrado de mil formas diferentes que no era una niña inocente; supongo que tampoco sería tan raro que hubiese timado a un niño rico y me hubiese mentido sobre su ahora ex novio y los motivos de su ruptura.
Me di una ducha para intentar despejar mi mente, pero el remedio fue peor que la enfermedad. Recordaba aquella noche. Recordaba con total claridad a Jessica llorando, yo abrazándola y nuestro labios encontrándose... Recordaba verla despertar entre mis sábanas y preguntarme a mí mismo qué había hecho. No, sabía que aquello no estuvo bien, pero ella era la única que parecía entenderme, que no me había juzgado en ningún momento y que además me había ayudado. Yo sabía que no era como cualquier otro para ella, lo sabía, estaba seguro... ¿O tal vez sólo quería estarlo?
Miré el móvil y tenía un mensaje suyo, diciéndome que quería volver a verme, que por primera vez no se había sentido como un objeto y que por eso estaba comenzando a surgir en ella un sentimiento único que nunca antes había experimentado. En vez de pensar en lo linda que había sido, pensé que si era la primera vez que no se sentía como un objeto, qué habría hecho antes.
Vi mi reflejo en el cristal mi ventana, ya con la persiana bajada. Era oscuro, tal como yo había sentido mi alma en los últimos meses por el abandono de mi mejor amigo de la mejor chica que había conocido hasta entonces. Extrañé de nuevo la esperanza en la que una vez creí, la luz que me rodeaba cuando cogía mi guitarra y la tocaba... Pero Crow ya no estaba allí, y extrañé aun más mi vida anterior, la del grupo. 
El pasado siempre vuelve, unas veces para bien y otras para mal. En aquel momento no supe muy bien para que era, aunque estaba seguro de una cosa: Yo había sido tan imbécil como mis amigos por encerrarme en mí mismo y no escucharles.
Tal vez era hora de resurgir de mis cenizas y retomar mi vida.

sábado, 23 de noviembre de 2013

31.- Bexx Livesey: Cortar con el pasado

Miras la pantalla del móvil fijamente, decidiendo si pulsar la tecla de llamar mientras ves un número que creías olvidado después del tiempo, pero que en realidad se ha quedado grabado en tu memoria. Pasa el tiempo, y sigues ahí, desbloqueando la pantalla porque no te decides a tocar. Piensas "¿Y si le escribo un mensaje? Sí eso será lo mejor... No, tú no eres una cobarde, llámale". Sin saber cómo, ya estás llamando. Piiii... Piiii... Piii... Deseas que no responda, vas a colgar...
- ¿Diga?- Pregunta una voz femenina al otro lado.
Se te hiela la sangre. Una chica...
- ¿Bexx? Pone que eres Bexx... Ian ahora no se puede poner... ¿Hay alguien?
Quieres responder. No puedes. Cuelgas sin decir nada.
Te preguntas por qué te importa tanto que esté con una chica, tú también rehiciste tu vida. Tal vez no te duela que esté con una chica, sino con esa chica de la que tu hermano te ha hablado. Esa chica que robó dinero a tu familia engañando a Josh, pero que, sin embargo, con eso consiguió hacerle regresar. En el fondo me alegré cuando Ian volvió, por mucho que en su momento desee perderle de vista.
Oí vibrar el móvil en la mesilla. Ian me estaba devolviendo la llamada. ¿Y si en vez de Ian era Jessica? Colgó, pero al poco tiempo volvió a sonar, por lo que terminé cogiéndolo. Esta vez sí era él.
Esa misma tarde, en la cafetería de un centro comercial, me rencontaré con Ian. Costaba reconocerle un poco, tal como me advirtió Josh cuando me contó lo que presenció hacía dos noches. Aunque supongo que yo también había cambiado, pues eso fue lo primero que apuntó al verme; la verdad es que después de pasar meses de nuevo en mi vida de niña bien, no era de extrañar que, efectivamente, volviera a ser más Bess que Bexx.
Pedí un chocolate caliente, y mientras le daba vueltas con la cucharilla no dejaba de pensar en cómo sacar el tema que me preocupaba. Sin embargo, Ian se me adelantó.
- Siento lo de esta mañana... Bueno, no siento que Jessica cogiera el teléfono, sino que siento que te asustaras... Aunque de todas formas, creo que tampoco tendrías que haberlo hecho, quiero decir, dejaste bien claro que te daba igual lo que me pasara...
Levanté la mirada del chocolate y se la clavé a él, directamente, mostrándole una mezcla de odio, rabia e ira.
- No me da igual lo que te pase, y por eso estoy aquí- Dije calmadamente. Aunque en el fondo no era del todo cierto.- Jessica le robó a mi familia.
- ¿Qué? Oye si te me vas a poner como una gata en celo, ahórratelo, ¿de acuerdo? No hace falta que te inventes chorradas para volver conmigo, porque no estoy tan desesperado como para intentar retomar algo con una niñata...
- No me invento nada. Si estás ahora mismo aquí es gracias a ese dinero.
Le conté lo ocurrido entre Josh y Jessica. Por sus gestos era obvio que no me creía, y entonces tuve que contarle quién éramos realmente. Eso sí que pareció creerselo.
- ¿Por qué me cuentas todo esto?
- Porque si esa niña engañó a mi hermano, podría hacer lo mismo contigo.
- Qué vas a saber tú de mi vida...- Se rió.
- Nada, pero sé lo que Josh vio hace dos días. Sé que Jessica no fue llorando a buscar consuelo a tu lado porque hubiera tenido un malentendido con su novio, sé que fue porque el chico la pilló a punto de pasar a algo más que besos con otro a cambio de unas pastillas.
- Que te den... - Me contestó acompañado de una mirada de desprecio antes de largarse.
- Ian, escúchame... -Supliqué desde la mesa cuando él ya se había alejado.
Aquello había sido una estupidez... Pensar que Ian me escucharía... ¿Por qué Josh no había sido capaz de decírselo él mismo? La valentía de la que tanto alardean algunos hombres es un mito.
En un ataque de locura, sin temer a que finalmente quedase destrozada por dentro, llamé a la otra persona que me odiaba en este mundo. Quería tener razones de verdad para sentir que ya nada tenía sentido, quería tener la certeza de que había toda fondo para así comenzar a subir de nuevo sin que nada del pasado me tocase.
- Jake, soy Bexx. Tú y yo tenemos unas cuantas cosas pendientes.

martes, 21 de mayo de 2013

30.- Jake Carter: Errores

Aún no había sido capaz de hablar con Ian, y en vista que ni cogía mis llamadas ni contestaba mis mensajes, tuve que ir a verle. En el fondo comprendía por qué no quería ni verme, al fin y al cabo mandé a la mierda a su hermano y desaparecí de la faz de la Tierra, pero también se había largado por meterse donde no le llamaban y se había cargado el grupo y, de hecho, si él no se hubiera largado, no hubiera tenido que tratar así a Franky.
Me bajé en la parada de autobús más cercana a la casa de Ian, aunque aún tenía que andar casi 20 minutos para llegar al bloque de pisos en el que vivía; la verdad es que esa zona de la ciudad cada día era más asquerosa y, encima, empezaba a hacerse un hueco entre las estadísticas policiales de los lugares con más delitos. Vale, mi barrio tampoco era ninguna maravilla, pero al menos podías dejar con cierta seguridad el coche en la calle. Esperé tomándome una cerveza en un bar cercano a la puerta de su casa; no quería llamar al timbre, así que tampoco sabía exactamente si estaba fuera o no, pero me apetecía una cerveza, y allí nadie me la podía negar, nadie me conocía demasiado.
Cuando ya estaba acabando le vi salir de su casa. Hacía casi un año que no le veía y parecía otro. Tenía el pelo más largo; expresión más seria, tal vez incluso amenazante; vestía prácticamente entero de negro, salvo por la camiseta blanca que asomaba entre la chaqueta de cuero; y había empezado a fumar, algo que muchas veces dijo que jamás haría. Pensé en todo lo que podía haberle cambiado la vida en esos meses para que se convirtiera en esa persona, o si acaso, en esa fachada, y no pude evitar sentirme culpable, pues sabía que uno de los causantes de todo eso había sido yo. Dejé el dinero encima de la barra y salí corriendo antes de que le perdiera la pista.
Grité su nombre, pero no me oyó, o tal vez no quiso oírme. Mierda, tendría que correr. El cabrón de él había empezado a andar más rápido, y casi me despisto cuando dobló una esquina; pero él no me había perdido. Nada más girar a la derecha en la esquina por la que él había ido, recibí un puñetazo que casi me tira a la acera.
- ¿Qué coño haces, gilipollas?- Le grité mientras me tapaba la nariz para no ponerme perdido.¡Me la había partido, el hijo de puta!
- ¿Y tú qué haces, eh? ¿Ahora decidiste aparecer?
No me equivoqué cuando pensé que no se alegraría de verme.
- Ian, tengo que hablar contigo...
- Oh,  tienes que hablar conmigo... Pues me da igual lo que tengas que decir.
- Joder, escúchame.
Pero se dio la vuelta y continuó caminando. Ian parecía no ser Ian, o tal vez siempre fue así y sólo me había aguantado pacientemente. Cuando nos conocimos terminamos en el suelo del aula de castigo pegándonos, y no fue hasta que pasamos otra semana más en ese aula hasta que empezamos a entendernos. Dos pequeñas almas torturadas que odiaban el mundo y sentían que el mundo les odiaba en aquel momentos se encontraron, y años después, decidieron cantarle al mundo el asco que les daba. Y ahora, una de las mitades había decidido odiar a la otra mitad tanto, o más incluso, que al resto de personas.
Debería ir tras él, arrearle otra ostia, y demostrarle que se equivocaba, que no tenía motivos para comportarse así, pero en realidad sabía que tenía motivos.... Aún así, yo también tuve razones para comportarme como lo hice, no podía seguir viendo a mi madre sufrir de esa manera cuando empezaba a volver a estar bien. Sin darme cuenta, había echado a correr de nuevo, pero me detuve cuando casi le había alcanzado al ver que una chica morena, le esperaba apoyada en una una moto. Al principio no la reconocí con todo ese maquillaje negro delimitando sus ojos y el pelo ligeramente alborotado y con mechas moradas; sin embargo, cuando se le subió la camiseta al abrazar a Ian vi la marca de una quemadura hecha con el pico de una plancha y supe quien era: Jessica Dickinson, la hermana del tío que fue novio de Laura y que volvió a meter en esa mierda de las drogas.
Yo sería gilipollas con Tyra, pero Ian no era mejor con esa familia

viernes, 17 de mayo de 2013

29.- Josh Livesey: Ritmo.

Hay un momento en el que te preguntas cuándo las Matemáticas se convirtieron en literatura, y te respondes que cuando las fórmulas contienen más letras que números. Y después de perderte en la segunda linea de la resolución de la ecuación y empiezas a dudar qué quiere decir cada término, desconectas y dejas fluir tu espíritu interior... Y empiezas a tocar con los bolis sobre la mesa una canción, esa que tantas ovaciones nos dio en la sala Apolo, Dark Stars.
Recordé las prácticas de la melodía. Fue la canción que más me costó pillar, el ritmo a seguir era muy extraño, como si fuera más rápido de lo que la letra requería, pero era precisamente ese efecto lo que más increíble la hacía; Bexx se enfadaba conmigo cuando lo hacía mal y ella se desconcentraba, fallando.
Noté una mirada clavada en mí, la del chico de al lado. Estoy seguro de que me hubiera matado si no fuera el típico "superpijo-niño de papá-osea, no te tocaría ni de coña"; es gracioso, pero esa gente te mira como si fueras una basura simplemente porque no te comportas como se supone que deberías comportarte por tu dinero. Tuve que parar porque me estaba empezando a poner nervioso con sus miradas; eso sí no volví a conectar con la clase, algo que él sí hizo.
Siempre me pareció una estupidez eso de las clases de piano de Bexx, y esas cosas refinadas que se supone que teníamos que saber hacer por ser hijos de quién eramos... Pero, sin embargo, me gustaban los ritmos y a menudo practicaba sobre la mesa canciones sencillas, imaginándome que tocaba delante de un montón de gente... Un día, mi tío me escuchó y en mi 13 cumpleaños, mientras Bexx recibía un conjunto superpijo de ropa, yo rompía con ansias el papel de regalo hasta dar con mi batería. Qué ilusión, madre mía..., aunque a ella no le hijo ni pizca de gracia.
En aquél entonces Bexx era tan diferente... Yo también, pero ella era completamente diferente, tan inocente y repelente a la vez... Un día apareció en casa con una guitarra acústica y dejó el piano por ella. Practicaba todos los días, hasta que se le empezó a dar genial. Yo me puse celoso porque fuera tan rápida y empecé a ensayar a la vez que ella para que con mi música no pudiera escuchar bien lo que tocaba; pese a todo ella mejoraba y mejoraba cada vez más y yo me cabree tanto que cogí, fui donde ella y le rompí la guitarra a golpes (fue estúpido, lo sé, pero tenía 16 años y bueno, también yo siempre he sido un poco imbécil). Cuando lo vio, inmiediatamente supo que fui yo y rajó todas las membranas que pudo de tal forma que quedaron inservibles. Pasé toda la noche oyéndola llorar en su cuarto. Me merecí el castigo.
Poco a poco fui ahorrando y un día me presenté en una tienda de instrumentos. Hacía poco, Bexx había empezado a cambiar poco a poco la música que escuchaba, y el pop comercial pastelorro fue cambiando por pop-rock y luego rock, incluso metal..., pero eso fue más adelante y no es lo que interesa ahora. He de reconocer, que en aquél  momento no sabía muy bien qué le había comprado, pero ahí estaba, Strawberry, su bajo; al principio ni lo tocó, pero luego, aunque jamás me lo haya agradecido, sé que se alegró de que lo comprara. Yo conseguí arreglar mi batería, e hicimos las paces tocando por primera vez juntos, la primera vez de tantas.
Desde que el grupo se disolvió no habíamos vuelto a tocar juntos, y de hecho apenas habíamos vuelto a tocar los instrumentos. ¿Por qué? ¿A caso teníamos miedo a volver a sentir la vida corriendo por nuestras venas de forma electrizante?
Bexx me mataría, o tal vez no, pero tenía a que hacerlo. 
"Los Bloody Hills no han acabado". Enviar.
Tres minutos después obtuve la respuesta de Jake: "Llevaba mucho tiempo queriendo oír eso"



martes, 16 de abril de 2013

28.- Ian Bardelli: Aire freco

- ¿Sabes, Ian? Yo podría ayudarte.- Los dedos juguetones de Jessica caminaban por mu pecho.
- Te conocí cuando llevabas coletas y aparato y jugabas con muñecas. No necesito tú ayuda en eso.
Jessica rió, rió tan fuerte y durante tanto tiempo que al final terminó contagiándomelo; en esos momentos, volvía a ser una chica de 18 años recién cumplidos, tan alegre, tan llena de vida..., que parecía que su única preocupación era salir de fiesta, saber qué ponerse cada día e ir pasando el instituto. Pero la realidad era un poco distinta, pues a parte de esas tres simples cosas, también tenía que mantener los contactos de su hermano Dick para cuando saliera de la cárcel.
- No me refiero a eso, o al menos no sólo a eso.- Me guió un ojo.- Sé que necesitas dinero y sabes que yo...
- No, otra vez no pienso caer en eso, Jessica.
Me alejé de golpe, instintivamente. No iba a ser tan tonto como para caer en lo mismo otra vez. Esa tontería me había costado mi vida.
- Por Dios, tú siempre pensando en lo que no es. No me refería a eso, imbécil. Te iba a decir que tengo un amigo que busca camarero el bar de su hermano, y tú tienes experiencia aguanto a gente en ese tipo de cosas, así que podías preguntar.
La miré extrañado. Era una buena propuesta, y me extrañaba que me la hiciera.
Jessica nunca se había preocupado por mí, salvo para conseguir el abogado ese, pero desde que nos volvimos a encontrar en la playa todo había cambiado. Hablamos, nos preguntamos cómo nos iba la vida; quedamos otro día, volvimos a hablar, esta vez, más tiempo y esa noche me mandó un mensaje a facebook diciéndome que se lo había pasado bien; nos dimos los móviles, empezamos a hablar más y más... Era casi el único contacto con el mundo que tenía, pues no veía a nadie más, ni siquiera a Jake. Era mi bocanada de aire fresco diaria, esa que se necesita para vivir y que cuando no la tienes crees que mueres.
- ¿Qué clase de amigo es ese?- No me fiaba del todo, sabía por qué ambientes se movía.
- Es buena persona, creeme; no hay nada turbio por detrás, él no se mete en esos líos. Además, tú sólo tendrías que servir copas, nada más.
La miré fijamente. No me lo creía, tenía que haber algo más, pero no sabía el qué.
De pronto, como si hasta entonces hubiera estado ciego, me di cuenta de una cosa. Jessica tenía 18 años, ya no era ninguna niña, y en su cuello, bajo el maquillaje, había una marca rojiza.
- Jessica, ¿te puedo hacer una pregunta?- Esperé a que asintiera- ¿Cuál de los dos es tu novio o rollo o como quieras llamar al tío que te tiras, el amigo ese, o su hermano?
Quedó estupefacta, pensando qué contestarme, si hacerse la sorprendida o mandarme a la mierda, o preguntarme cómo lo sabía. Finalmente, me dijo que era el primero, pero que no era su novio, sólo quedaban a veces.
- De todas formas, ¿eso qué importa?- Me preguntó extrañada- Quiero decir, mi vida privada no influye para que te intente ayudar.
- Cierto. Sólo me entró curiosidad. No me había dado cuenta hasta ahora que eras ya una mujer... Siempre te he visto como una niña.
Ella volvió a reír, esta vez, divertida. En realidad, se estaba riendo de mí, lo sabía, pero no me importaba. Era mi bocanada de aire...
Tenía 18 años, yo casi 22. Nos conocíamos desde siempre. Los dos estábamos en una situación difícil. Nos gustaba estar juntos, y nos gustó en demasiado poco tiempo.
- Aceptaré el trabajo, dime dónde es.
Jessica cogió su lápiz de ojos negro, me cogió de la mano para que extendiera el brazo y me escribió un número de teléfono y un nombre. Podía haberme mandado un mensaje más tarde, podía habérmelo dicho y que lo retuviera en mi memoria, pero me cogió de la mano, y no me la soltó, acariciándome la palma suavemente. Luego sin decir nada, se fue.
Yo no fui tras ella, no le dije nada, sólo la miré mientras se perdía entre la multitud de la calle. Sí, nos conocíamos de toda la vida, aunque hubiera sido en el último mes cuando más relación habíamos tenido, por primera vez me pregunté a qué llevaba todo eso.

martes, 26 de marzo de 2013

27. Bexx Livesey: Sobrepasar el límite

¿Por qué había ido al encuentro con Jake si lo único que hacía era comprobar el Twitter en mi iPhone? Tenía la respuesta, pero no quería reconocerlo. Es complicado estar con alguien, quererlo y entregarle todo de ti, y a la vez sentirse así cuando estás en la misma habitación que el chico con el que cometerías una locura...
Suspiré demasiado fuerte, captando la atención de los chicos.
-Si te aburres, ¿para qué has venido, eh, rubita?- Me preguntó Jake.
-Déjala, estará pensando en Ryan... No se despegan, empiezan a ser muy empalagosos- Me defendió Josh.
- Ohh, qué bonito, la niña tienen novio...- Se burló Jake, aunque me pareció verle en los ojos cierta tristeza.
- Ya ves, es lo que tiene ser amable con las personas, que al final consigues que se enamoren de ti- Le respondí de mala manera, mientras seguía con el Twitter.
La verdad es que Ryan era un chico maravilloso y no le cambiaría por nada del mundo, pero Jake... Jake era Jake.
Me centré en la conversación para intentar distraerme. Josh intentaba explicarle a Jake la situación de Ian, lo de su padre, lo de su madre, lo de la guitarra destrozada... Y precisamente fue esto último lo que más llamó la atención de Jake, no sé si porque le molestaba haberse quedado sin guitarrista o porque por fin se dio cuenta de lo grave de la situación. Cuando salí con Ian, una vez me contó el cariño que la tenía, que era casi como una parte de él y que nunca se separaría de ella, ni aunque la atropellara un camión; supongo que todos cambiamos y llega un punto en el que no queremos volver a lo de antes.
Jake estaba furioso, incluso llegó a derramar la cerveza de una de las latas en un movimiento rápido. No dejaba de gritar que Ian era un idiota y un irresponsable, que por muchos problemas que tuviera no tenía que dejar que eso afectase al grupo, que el grupo era lo más importante que tenía que haber en su vida...
- Lo dice alguien que se largó sin decir a dónde...- Comenté entre dientes, pero lo suficientemente alto como para llamar la atención de Jake.
- No hables si no sabes nada, imbécil.
- Si tú hubieras abierto la boca cuando debías no estaríamos aquí ahora, orgullosos de mierda. Y deja de preocuparte por el grupo, porque ¿sabes qué?- Me acerqué a Jake dándole golpes en el pecho con toda la fuerza que pude acumular en tres dedo, con la intención de hacerle reaccionar. Acto seguido continué separando bien las palabras- Tu grupo ya no existe. ¡Se acabó!
Recogí mis cosas y me largué de esa casa. No dejé de caminar en un buen rato, ni siquiera para contestar a las llamadas de mi hermano. Estúpido niñato de mierda... ¿Pero qué se había creído, qué íbamos a estar eternamente a su vera? Idiota...
Cuando consideré que estaba lo suficientemente lejos me senté en un banco de un pequeño parque, y sin saber muy bien por qué comencé a llorar nada más apoyarme en él.Es difícil llevar una doble vida, hacer que todos vean en ti una chica encantadora y que por dentro quieras gritarles que son unos imbéciles; es más difícil saber que quieres a una persona, pero a la vez no saber qué sientes por otra, y encima, herir que esta última te hiera y herirle tú a él.
Lloraba silenciosamente, tal y como había aprendido en los últimos años de soledad. Pero cuando lloras, llega un momento en el que la razón por la que lloras se vuelve difusa, y todo lo que tenías guardado viene a ti; y en esos momentos, te olvidas de no llamar la atención, respiras entrecortadamente, te ahogas, la vista se te vuelve borrosa por las lágrimas, quieres golpear lo que haya a tu alrededor... Hasta que terminas exhausta del esfuerzo, de ese dolor que tenían guardado en tu corazón y que nadie, ni siquiera tú misma pensabas tener.
Jake. Mi madre.Mi padre. Josh. Mi vida. Ryan. Ian. El grupo. Todo lo que la gente esperaba de mí. La soledad. El miedo a la realidad. TODO.
- ¡Bexx! Joder, me tenías preocupado...- Era Josh, con la voz jadeante.
No contesté, había terminada tumbada en el bando, agarrada a mí misma. Debía de tener un aspecto patético, pero en verdad me daba igual.
- ¿Estás bien?- Me preguntó sentándose en el suelo enfrente mía. Creo que estaba preocupado.
- Sí, claro...
- Bexx, sé que no te parezco el tío más inteligente del mundo, y que incluso te puedo parecer un gilipollas, pero soy tú hermano, puedes  contarme lo que sea.
¿Qué le iba a contar? No, no le podía decir nada.
- Todo está bien, Josh, no te preocupes.- Mentí, mientras me terminaba de limpiar las lágrimas y me incorporaba.- De verdad.- Intenté sonreír.
En aquel momento, Josh me abrazó, dándome uno de esos cálidos abrazos que te reconfortan y te dicen que la otra persona está ahí, que no se irá. Le devolví el abrazo a mi hermano, teniendo la certeza, tal vez por primera vez en mucho tiempo, que era verdad eso, y que estaría siempre ahí.