viernes, 17 de mayo de 2013

29.- Josh Livesey: Ritmo.

Hay un momento en el que te preguntas cuándo las Matemáticas se convirtieron en literatura, y te respondes que cuando las fórmulas contienen más letras que números. Y después de perderte en la segunda linea de la resolución de la ecuación y empiezas a dudar qué quiere decir cada término, desconectas y dejas fluir tu espíritu interior... Y empiezas a tocar con los bolis sobre la mesa una canción, esa que tantas ovaciones nos dio en la sala Apolo, Dark Stars.
Recordé las prácticas de la melodía. Fue la canción que más me costó pillar, el ritmo a seguir era muy extraño, como si fuera más rápido de lo que la letra requería, pero era precisamente ese efecto lo que más increíble la hacía; Bexx se enfadaba conmigo cuando lo hacía mal y ella se desconcentraba, fallando.
Noté una mirada clavada en mí, la del chico de al lado. Estoy seguro de que me hubiera matado si no fuera el típico "superpijo-niño de papá-osea, no te tocaría ni de coña"; es gracioso, pero esa gente te mira como si fueras una basura simplemente porque no te comportas como se supone que deberías comportarte por tu dinero. Tuve que parar porque me estaba empezando a poner nervioso con sus miradas; eso sí no volví a conectar con la clase, algo que él sí hizo.
Siempre me pareció una estupidez eso de las clases de piano de Bexx, y esas cosas refinadas que se supone que teníamos que saber hacer por ser hijos de quién eramos... Pero, sin embargo, me gustaban los ritmos y a menudo practicaba sobre la mesa canciones sencillas, imaginándome que tocaba delante de un montón de gente... Un día, mi tío me escuchó y en mi 13 cumpleaños, mientras Bexx recibía un conjunto superpijo de ropa, yo rompía con ansias el papel de regalo hasta dar con mi batería. Qué ilusión, madre mía..., aunque a ella no le hijo ni pizca de gracia.
En aquél entonces Bexx era tan diferente... Yo también, pero ella era completamente diferente, tan inocente y repelente a la vez... Un día apareció en casa con una guitarra acústica y dejó el piano por ella. Practicaba todos los días, hasta que se le empezó a dar genial. Yo me puse celoso porque fuera tan rápida y empecé a ensayar a la vez que ella para que con mi música no pudiera escuchar bien lo que tocaba; pese a todo ella mejoraba y mejoraba cada vez más y yo me cabree tanto que cogí, fui donde ella y le rompí la guitarra a golpes (fue estúpido, lo sé, pero tenía 16 años y bueno, también yo siempre he sido un poco imbécil). Cuando lo vio, inmiediatamente supo que fui yo y rajó todas las membranas que pudo de tal forma que quedaron inservibles. Pasé toda la noche oyéndola llorar en su cuarto. Me merecí el castigo.
Poco a poco fui ahorrando y un día me presenté en una tienda de instrumentos. Hacía poco, Bexx había empezado a cambiar poco a poco la música que escuchaba, y el pop comercial pastelorro fue cambiando por pop-rock y luego rock, incluso metal..., pero eso fue más adelante y no es lo que interesa ahora. He de reconocer, que en aquél  momento no sabía muy bien qué le había comprado, pero ahí estaba, Strawberry, su bajo; al principio ni lo tocó, pero luego, aunque jamás me lo haya agradecido, sé que se alegró de que lo comprara. Yo conseguí arreglar mi batería, e hicimos las paces tocando por primera vez juntos, la primera vez de tantas.
Desde que el grupo se disolvió no habíamos vuelto a tocar juntos, y de hecho apenas habíamos vuelto a tocar los instrumentos. ¿Por qué? ¿A caso teníamos miedo a volver a sentir la vida corriendo por nuestras venas de forma electrizante?
Bexx me mataría, o tal vez no, pero tenía a que hacerlo. 
"Los Bloody Hills no han acabado". Enviar.
Tres minutos después obtuve la respuesta de Jake: "Llevaba mucho tiempo queriendo oír eso"



No hay comentarios:

Publicar un comentario