sábado, 26 de junio de 2010

16.- Bexx Livesey: A veces es mejor no levantarse

Jamás volvería a beber. Dios..., mi cabeza... ¿Cómo era capaz Josh de hacerlo tan amenudo y estar al día siguiente tan bien? Y lo peor era que casi no recordaba nada, así que me obligué a pensar lo ocurrido anoche.
Veamos, el concierto había estado genial, de eso me acuerdo perfectamente. Luego, no sé por qué me dejé convencer para ir a ese antro, al que llamaban la DF (a saber lo que significan esas siglas...). ¡Puag, qué asco! Menuda gentuza... Los tíos eran unos babosos que no dejaban de intentar manosearme, pero yo, en vez de plantarles cara, me emborraché. ¿Pero por qué? A ver, piensa, cabecita loca...
La música a tope, de mejor o peor calidad, me reventaba los oídos y no dejaba de buscar la salida para largarme de ahí en cuanto pudiese. Mi queridísimo hermano me había abandonado en cuanto vio en la barra un grupo de tías; qué majo que era el cabrón de él. Tenía la opción de ir con Ian, que parecía no estar disfrutando tampoco demasiado, pero me negaba, era demasiado orgullosa. De repente, vi a Jake acercarse colgado del cuello de una tía y con un brillo en los ojos que conocía demasiado bien de haberlo visto en los de mis amigos cuando íbamos a alguna fiesta.
A partir de aquí todo comenzó a estar borroso en mi cabeza. La chica esa comentó algo de que Jake tenía razón, que yo era una niña porque, en vez de estar divirtiéndome, estaba sentada con cara de asustada. Fue entonces cuando le cogí el vaso que tenía en la mano y me lo bebí de un trago. Creo que la noche fue de mal en peor, hasta que alguien me sacó de ese lugar con mi hermano y llegamos en taxi a casa, pero tampoco estaba muy segura...
En la cocina estaba mi padre tomando su café con tostadas mientras leía el periódico con las noticias locales de la tele puestas de fondo.
-Buenos días.- Bostecé mientras cogía la botella de leche de la nevera. No sabía cómo iba a ser capaz de meterme algo al estómago sin vomitarlo, pero tenía que aparentar normalidad.
Mi padre no contestó, es más, me ignoró por completo. Extrañada, me senté enfrente de él, y comencé a darle conversación. Nada. Ya me harté y le tiré el periódico al suelo; tal vez fuese demasiado infantil...
-¡Papá, contestame!
-¿Ahora vuelvo a ser tu padre? Anoche no decías lo mismo.
Me quedé estupefacta; no me moví ni un centímetro, salvo cuando un escalofrío recorrió mi cuerpo.
¡Oh Dios mío! Así que no había sido una pesadilla... ¡Mierda! Dicen que sólo los niños y los borrachos dicen la verdad, y yo conté una que hacía dos años prometí no decir jamás.
Mientras mi padre me pedía explicaciones de mi comportamiento y defendía su actuación, yo no dejadaba de rezar para que mi madre se hiciera la loca como tan bien sabía cuando algo no le gustaba y que Josh estuviese tan borracho como para no acordarse de nada.
Por casualidad, intentando evadir el sentimiento de culpa por lo que había provocado, mi mirada se posó en la tele. Hablaban de una redada antidrogas en un piso de Northridge, nada interesante, hasta que oí a la reportera decir:
-... La policía sigue buscando a James Dickinson, uno de los principales distribuidores de la red.- Y mostraron la foto de su ficha policial, un chico de casi 30 con el pelo practicamente rapado y mirada desafiante.- Así mismo, se busca a los ocupantes de este coche que se dio a la fuga, uno de los cuales se cree que es la hermana de James Dickinson, Jessica Dickinson, de 17 años y que están viendo en sus pantallas junto al coche...
Me fijé en la chica, tan joven y con ficha policial tanbién... El coche me sonaba mucho, a pesar de la oscuridad, podía distinguir perfectamente el dibujo de un tigre naranja fosforito sobre el gris metalizado del capó delantero, ese del que Ian siempre se quejaba por no poder quitar.
Uní todas las piezas en mi cabeza. Noté como me faltaba el aire.
Oscuridad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario